Acá pongo los precios de los pasajes de avión, barco y hostales, espero les sea de utilidad a todos...... a bueno y van tambien algunos consejos para los diferentes viajes.
Avión Medellín - Leticia: $190.000 El avión tiene escala en Bogota y la duración de vuelo desde allí hasta Leticia es de 2 horas aproximadamente. (El vuelo para conseguirlo a este precio debe ser comprado minimo con un mes de anticipación.
Hospedajes: En Leticia se encuentran hoteles de varios precios, lo mas economico que nosotros encontramos allí fueron $20.000 pesos la noche c/u, en habitación con 2 camas y ventilador. También se encuentran hoteles de $150.000 pesos, a esos no quisimos ni entrar a mirarlos.
En Tabatinga encontramos un hostal, aunque no muy bueno, economico y podiamos utilizar la cocina. Por noche pagabamos $10.000 pesos. El nombre del hostal es "Hostal Internacional", ubicado por el puerto faré, cerca a la plaza. El dueño se llama Antonio.
Lancha a la comunidad huitoto yagua y a la isla de los micos: $110.000 pesos. (se puede negociar mejor el precio, creo que nos tumbaron).
Entrada a la isla de los micos: $20.000 pesos y te dan 2 bananos para que los micos se te paren encima y se coman los bananos... y hasta depronto te caguen. jajajajaja.
Barco Tabatinga - Manaos: $140 Reais y son 3 noches y 4 días en el barco. Es necesario llevar hamaca, aunque en tabatinga venden unas muy buenas a $15.000 pesos.
Hospedaje en Manaos: $15 Reais la noche en el hostal Natureba, Av. Getulio vargas con la Rua 10 de Julho. Este es uno de los mas economicos en Manaos, buscamos muchos y este fue el mas barato, además de eso es un buen lugar y también puedes usar la cocina.
Pasaje en bus urbano en Manaos: $2.25Reais.
Barco Manaos - Santarem: $95 Reais comprandolo en el puerto. $60 Reais rebuscandolo en los vendedores fuera del puerto. (Igual de seguro que adentro)
Bus Santarem - Alter do Chaô: $2,50 Reais. 45 minutos aproximadamente.
Posada Alter do Chaô: $10 Reais Pousada Por do Sol.
jueves, 20 de enero de 2011
Leticia y sus alrededores.
cerca del agua quieta un árbol
oscuro contra el cielo de cobre
en el frío recodo se detuvo un momento
el pez de ojos de fuego que rige el lago
leve desasosiego
de las ramas escuetas
y un temblor en la piel: duro cráneo
vasija de sueño
descifra
la escritura del viento sus trazos
en el agua nocturna.
(Poema XXVII, Signos, José Manuel Arango)
El viaje comienza en una mañana de enero. La mañana del 7 para ser exactos. Nos encontrábamos en el aeropuerto, con un anhelo en el corazón, con una ansiedad desmedida por conocer eso que nos esperaba después de unas cuantas horas de viaje. Conocíamos del amazonas todo lo que nos dicen los libros de historia y de literatura, sabíamos de las grandes guerras que se vivieron allí, de la grandeza del rió, conocido por ser uno de los más grandes en toda la tierra, sabíamos de la existencia de los delfines rosados y las pirañas, fantaseamos con las miles de historias de la anaconda y los animales de la selva.
Después de pasar los controles de seguridad, nos encontramos montados en un gran pájaro de acero que sería el que nos llevaría hacía el mundo desconocido, "el nuevo mundo".
Volamos por encima de Colombia, presenciando desde el aire la majestuosidad de la tierra, viendo las selvas extensas y tupidas, los verdes en diferentes tonalidades guardando el secreto de una tierra inexplorada y mágica. Grandes ríos recorren nuestras llanuras, curvas de agua buscando continuar su camino hacía el mar, haciendo canales y llevando vida a todos los lugares por los que circulan.
De pronto nos encontramos allí, sobre volando el gran rió, y por mucho que supiéramos del amazonas, nunca nos alcanzamos a imaginar su tamaño, desde el aire parecía una gran serpiente danzando entre la selva, mostrando sus bellos colores y su contorneada figura.
El viaje había comenzado.
Llegamos a las 3 de la tarde a Leticia. En el momento en el que se abrieron las puertas del avión, sentimos la humedad y el calor de la zona. Un breve paseo por la ciudad nos mostró que el intruso allí era la ciudad.
Grandes bandadas de pájaros vuelan por los cielos de Leticia cantando una canción que al principio suena estridente para los oídos de los hombres de ciudad. Calles largas atraviesan la ciudad. Carros y motos en todas las direcciones estorban a una selva que no quiere perder su lugar. En medio de los parques aún se conservan los rastros de grandes arboles que son vivienda de centenares de aves. Maravillosa selva que no se deja acabar, que lucha con sus raíces para frenar la invasión del cemento.
Luego de este corto paseo por la ciudad decidimos hospedarnos en Tabatinga. Separado de Leticia tan solo por unas cuantas cuadras, y tan distinto. Tabatinga es el primer pueblo brasileño después de la frontera. Un pueblo que nos recuerda la costa Caribe colombiana, con sus calles de polvo, perros en los huesos, plazas de mercado llenas de baratijas y antigüedades, Negros caminando y bebiendo, soportando el calor con sus pieles ya acostumbradas.
Allí, en este pequeño pueblo, decidimos esperar hasta que fuera el día en el que nos íbamos a adentar en la aventura por el gran rió. Desde el hostal teníamos como fondo el rió amazonas, con sus aguas tranquilas en esa parte, con grandes navíos circulando noche y día su puerto, lanchas que se movián de aquí para allá. A dos cuadras de distancia teníamos a Colombia, y a 2 km atravesando el rió teníamos a Perú. Nos encontrábamos allí y en muchas partes.
Bienvenidos al Amazonas. Nos recibió con el cielo cobre y una tarde tranquila. La brisa del rió nos llega brindándonos un poco de frescura, abrazándonos y dándonos la bienvenida, prometiéndonos montones de aventuras por entre su cauce de serpiente.
Santiago Giraldo Díaz
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